La Isla Navarino, integrante del archipiélago de Tierra de
Fuego, es una zona de estudio privilegiada para los científicos, ya que
constituye un laboratorio natural único.
El parque Omora, situado en la isla Navarino, se visita con
lupa, ya que en él crece la mayor diversidad de musgos y líquenes en el mundo,
con más de 1.500 especies diferentes.
Integrante del archipiélago de Tierra de Fuego, la Isla
Navarino es una zona de estudio privilegiada para los científicos porque
constituye un laboratorio natural único para el estudio de las interrelaciones entre
las regiones subantárticas y antárticas.
Lily Lewis, bióloga del Instituto de Ecología y
Biodiversidad de Chile, asegura que si se tiene en cuenta el tamaño de la zona,
“la diversidad es realmente extrema”. “Si vas desde el oeste en la cordillera
de Darwin al este, encontrarás todo tipo de ecosistemas”, declaró a la AFP.
“Hay una gran diversidad de especies y una enorme cantidad
de hábitats diferentes”, dice esta bióloga que estudia los musgos de esta
lluviosa zona al sur del Canal de Beagle, donde la temperatura media anual
alcanza los 6º.
La inhóspita región del Cabo de Hornos debe su biodiversidad
única a su aislamiento y a que ha logrado escapar a la industrialización y a la
presencia masiva del ser humano.
Aquí no hay lluvias ácidas: sus aguas están entre las más
prístinas del mundo y albergan bosques submarinos de algas particularmente
productivas para absorber el carbono de la atmósfera, así como bosques,
formaciones de tundra, hábitats altoandinos, glaciares y ecosistemas de agua
dulce únicos.
Reguladores de la humedad
Esta región constituye un centro mundial de biodiversidad de
plantas no-vasculares (briófitas, musgos y hepáticas) y líquenes, propiciando
lo que se ha dado en llamar el “Ecoturismo con Lupa”.
Los musgos, que conforman el segundo grupo más grande de
plantas terrestres, después de las plantas con flores y los helechos, son
excelentes reguladores de la humedad, pues absorben el exceso de agua cuando
llueve y la liberan lentamente durante las épocas de sequía, protegiendo los
suelos de la erosión.
Por su parte, los líquenes, hongos que conviven con las
algas, de las que obtienen su sustento, actúan como bioindicadores de grados de
contaminación ambiental, de los cambios climáticos y fijadores y productores de
nitrógeno. Estos ecosistemas constituyen un sumidero de carbono prioritario a
nivel global, según el Instituto de Ecología y Biodiversidad.
Vulnerable al cambio climático
La Isla Navarino sirve de punto de descanso para las aves
migratorias en su viaje a zonas más cálidas, como la Amazonía, para huir de los
gélidos inviernos del Polo Sur. No obstante, la biodiversidad de esta remota
isla está en peligro por su proximidad con el polo, una de las regiones más
amenazadas por el calentamiento de la tierra, cuyos efectos empiezan a sentirse
ya.
Ricardo Rozzi, ecologista, director del programa de
conservación de la Antártida de la Universidad de Magallanes, asegura a AFP que
“hay especies que están a latitudes más bajas que están llegando a latitudes
más altas”.
Las especies endémicas de la reserva de la biosfera en Cabo
de Hornos no tienen a dónde ir. “Es como una cumbre, una montaña, si suben las
temperaturas no tienen dónde ir, tendrían que crecer en el suelo. Aquí habría
que crecer en el mar de Drake, y las especies terrestres no lo pueden hacer”,
dice de manera gráfica el especialista.
Hace diez años, la región fue declarada por la Unesco
reserva de la biosfera. Los científicos esperan convertirla en una zona de
vigilancia, una especie de “centinela” del cambio climático mundial.
Fuente: Emol
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